La mañana fue cómplice
de aquel torbellino de pasión
e inmenso amor que nos profesamos.
La habitación que nos cobijó
quedó resplandecida por vuestra belleza;
el lecho donde reposamos,
llenos de pasión.
Vuestra mirada,
atravesaban mis sentidos;
vuestra sonrisa,
le daba vida al día;
vuestros labios,
eran la llama que encendía mi ser;
vuestro besos,
alimentaban mi alma
y vuestro cuerpo,
el refugio de mis sueños.
Os doy mi palabra,
que cada día en adelante,
lo viviremos
como aquel 14 de febrero…
que bonito me ha encantado tu blog.
ResponderEliminarun saludo.
zerezas.