En pleno ocaso del atardecer primaveral
estoy escribiéndote
y sólo tengo tu ausencia
y en lo profundo de mi corazón
el dolor de tu lejanía.
Tu ausencia
es para mi,
como si la noche
os rogara a las estrellas
que brillasen,
y a la luna
que resplandeciese;
me hace falta tu mirada, gritan mis ojos.
Tu ausencia
es para mi,
como si el mar
os suplicara al sol
su majestuoso ocaso,
y al viento
su suave y agradable brisa;
me hacen falta tus besos, gritan mis labios.
Tu ausencia
es para mi,
como si la naturaleza le arrancase
su esplendor a la primavera,
y su apasionado calor al verano;
me hacen falta tus caricias, grita mi cuerpo.
Tu ausencia,
me convierte
en un amanecer sin alba,
en un ave sin vuelo,
en un glaciar sin nevero,
en un invierno sin viento ni lluvia,
en un río sin corriente,
y en un mar sin oleaje;
me hace falta tu amor, grita mi corazón.
Ojalá pudieras estar aquí por un minuto,
poder abrazarte y sentir tu cuerpo
y que con él vaya calmando
uno a uno mis lamentos.
Mis ojos no te tienen
pero sí mi corazón.
Si no fuera porque la distancia nos separa
y guiado por el resplandor de la estrellas
te visitaría apasionadamente en cada noche,
y besaría ardorosamente tus labios rojos
y rozaría suavemente el licor suave
que emana desde tu frente hasta tus pies.
Elaborado por:
Fernando Rogelio S. A. © - Octubre 2009